ESTOY HECHO POLVO
Alex me ha dado una noticia y, desde entonces, no hablo con nadie. En casa todo son broncas y malas caras. La verdad es que no tengo ganas de asearme, ni de estudiar, ni de ayudar, ni de ser amable. De hecho, no tengo ganas de nada; solo me apetece dar puntapiés o pelearme con mi hermana. Por eso me han castigado. He estado toda la mañana en en mi habitación y, por más que intentaba reaccionar, estaba tan enfadado que al final me he puesto a llorar.
Entonces ha entrado mi madre. Ya había venido antes, pero yo no tenía ganas de hablar y la he echado. Por suerte, esta vez ha insistido y me ha abrazado. Poco a poco me he ido sintiendo mejor. Ella me ha preguntado qué ocurría, pero ¿de qué me serviría explicárselo? No me solucionaría nada, así que he continuado en silencio, hasta que ella me ha sugerido que escribiera lo ue me pasaba y los sentimientos que me provocaba.
Al principio me ha parecido una idea extraña, pero mi madre me ha dicho que ella, cuando está triste, escribe poemas. Dice que le va bien para expresar todo aquello que, de otra manera, no sabría cómo compartir. Así que juntas hemos empezado a escribir mi poema. Como ella sabe mucho, me ha ayudado a encontrar las palabras necesarias, ¡y me ha quedado muy bonito! ¿Lo queréis leer?
Tarde
Lejos zarpas, hacia tierras remotas,
donde encontrarás otros confines;
halos de mar y de cielo,
cumbres que te trabarán tu atisbo
(salvajes)…
Partes de viaje,
pues sé que volverás,
en cuanto fijes tu mirada
en la luna.
Y allí nuestros ojos
se reunirán.
Sonreiremos una vez más,
cuando nos crucemos en la esquina –
la de siempre –
Un atardecer sin luna.
Cuando he acabado el poema, me he sentido mucho mejor. Mi madre tenía razón. Entonces lo hemos leído juntos y ella me ha dicho que me entendía perfectamente. También me ha explicado que Alex y yo no dejaremos de ser amigos, que podemos llamarnos y vernos a través del ordenador y que me dejará su móvil para que le envíe mensajes. Y en verano, quién sabe, quizás podemos hacerle una visita.
¡Y tiene razón! Que Alex se marche no significa que dejemos de ser amigos; solo tenemos que encontrar otras maneras de estar en contacto. Al final, me he dado cuenta de que enfadarme no soluciona nada. Me he arrepentido de haber sido tan desagradable con mi madre y me he disculpado. A partir de ahora, compartiré los problemas y escribiré más a menudo mis sentimientos, para entenderlos mejor.
¡Entonces se me ha ocurrido una idea! Regalaré este poema a Alex el último día de escuela, para comunicarle que siempre seremos amigos. La poesía también sirve para expresar que estás contento. ¡Seguro que le hará mucha ilusión! A mamá le ha parecido bien y, antes de dejarme solo, me ha abrazado muy fuerte.