ESCOJAMOS ALIMENTOS SANOS
―¡Falta poco! Todavía no abras los ojos, que estropearás la sorpresa. ¡Venga! ¡Tres pasos más y ya estamos ahí! Uno, dos, tres… ¡Ya los puedes abrir!.
Alex se quita el pañuelo que Noa y Sam le habían puesto en los ojos y se encuentra con una sorpresa enorme: una huerta llena de fruta y verdura. ¡No se lo puede creer! Es así como imaginaba la huerta que visitaron durante la excursión a la que no pudo ir porque tenía dolor de barriga. Qué contenta está de tener dos amigos aventureros que la han obligado a levantarse temprano un sábado para ir de excursión.
¡Eh, un momento! Rebobinamos. Seguro que no estáis entendiendo de qué va todo esto. Quizás es mejor que volvamos a empezar.
La semana pasada, Alex no fue a la escuela porque tenía un dolor de barriga terrible. Y tuvo la mala suerte que coincidió con la salida al campo que hacía meses que preparaban. A Noa y a Sam no les extrañó que se pusiera enferma porque cada día ven que come alimentos que no son saludables: golosinas, patatas fritas, galletas, bollería… A Sam y a Noa estos alimentos también les gustan mucho, pero saben que contienen azúcares y grasas perjudiciales para la salud y solo los comen muy de vez en cuando.
Mientras Alex estaba enferma, todos los compañeros y compañeras de su clase fueron al Parque Agrario del Baix Llobregat para espigar, que significa recoger la fruta y la verdura que no se puede vender porque no es perfecta. Cuando una manzana tiene una mancha o es demasiado pequeña, el campesino o la campesina no la puede llevar al mercado y, a veces, la tiene que dejar en la huerta porque en el mercado nadie las va a comprar. El día de la excursión, Noa, Sam y todos los compañeros y compañeras cogieron un montón de calabazas que eran mucho más grandes que las que venden en las tiendas. Una mujer en furgoneta vino a buscar las calabazas para llevarlas a un Servicio de Distribución de Alimentos, donde las reparten entre personas con pocos recursos. Todos debemos tener acceso a una alimentación saludable, ¿verdad, muchachos?, les preguntó. ¡Claro!, respondieron todos los niños y las niñas de la clase.
Hoy Noa y Sam han decidido llevar a Alex al campo porque, cuando fueron a cosechar con la escuela, Alba, de la Fundación de Espiguladors, les habló de la importancia de comer unas cinco piezas de fruta y verdura al día. La fruta y la verdura tienen muchas vitaminas, que hacen que el cuerpo funcione bien. También nos aportan fibras y nutrientes que el organismo necesita, les dijo. Los dos amigos esperan que hoy lo explique de nuevo y convenza a Alex de comer alimentos más saludables en sus almuerzos y meriendas.
Cuando llegan al campo, los tres amigos encuentran a Alba acompañada de un grupo de personas vestidas con un peto de color verde.
―Son los otros voluntarios― dice Noa―. ¡Venga! ¡Vamos a escuchar lo que dice!
Se acercan al grupo y escuchan lo que Alba les está explicando:
―Buenos días, espigadores y espigadoras. Hoy cogeremos las mandarinas que no se pueden vender en el mercado porque tienen los agujeros muy pequeñitos.
Alex le pregunta:
―Pero son igual de buenas, ¿verdad?
―¡Claro!―contesta Alba―. Uno de cada tres alimentos que se tiran en el mundo cada año, se puede comer y es buenísimo.
―¡Qué desperdicio!―se sorprende Alex.
Los tres amigos pasan una mañana divertidísima cosechando mandarinas y poniendo su granito de arena para cambiar aquella situación. Pero lo mejor de todo llega cuando la cosecha acaba y Alba se dispone a hablarles de los beneficios de una alimentación saludable. Todos sacan sus fiambreras de las mochilas para hacer un segundo desayuno y recuperar fuerzas. Alex saca un paquete de magdalenas y todo el mundo la mira. Creo que hoy no comeré bollería, dice a sus amigos. Sam está contento y se ofrece a compartir su comida. Él se queda con el plátano y Alex puede comerse la pera. También Noa le da una parte de la barrita de avena que ha traído de su casa.
Pero antes de que Alex empiece a comer, Alba la llama:
―¡Mira! El campesino nos da permiso para coger las naranjas de este árbol. ¡Coge una!
Alex se pone el primer gajo en la boca y lo encuentra muy dulce. ¡Está buenísima! ¡Es mejor que cualquier golosina!, piensa. Ahora lo tiene claro: cada día comerá más piezas de fruta y verdura para poder seguir el ritmo aventurero de sus dos compañeros. Y si no son bonitas y perfectas, se las comerá igualmente, porque ha comprobado que son igual de buenas y saludables.
Y vosotros, ¿cuánta fruta y verdura coméis? ¿Qué hacéis con las piezas de fruta que son imperfectas?