El mundo nos plantea muchos retos. Uno de ellos es el cambio climático, cuyas consecuencias ya están siendo visibles. Un reto que cruza todas las fronteras y exige soluciones globales más pronto que tarde. Lo importante ahora es estar unidos y cooperar para cambiar las cosas porque buscar culpables nos hace perder el tiempo en esta carrera contrarreloj.
No obstante, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, reconoce que…
“Mi generación, en líneas generales, no ha conseguido hasta el momento preservar la justicia en el mundo y preservar el planeta. Es su generación la que debe hacernos rendir cuentas para garantizar que no traicionemos el futuro de la humanidad.”
Se refiere a los jóvenes, que también son agentes de cambio, sin lugar a dudas. Pero, ¿qué pasa cuando el reto por construir un futuro mejor les quita el sueño a estos chicos y chicas? ¿Pueden llegar a sentir ansiedad ante los efectos de la crisis ambiental? ¿Se sienten culpables o avergonzados? ¿Qué ocurrirá si pierden la esperanza?
La ansiedad climática: ¿qué es exactamente?
Pongamos que una adolescente, de unos 16 años, llega a casa después de un día de clase. Por la tarde, después de estudiar un poco, se conecta a sus redes sociales para visitar los perfiles de Greta Thunberg y Autumn Peltier, sus ecoinfluencers favoritas.
Después, cena con sus padres y comentan algunas noticias sobre el cambio climático, que suele ser un tema de conversación común en la mesa. Ellos están orgullosos de que su hija siga la actualidad o de que vaya a hacer un voluntariado ambiental en verano. Lo que no saben es que por la noche, la preocupación por el futuro del planeta le quita el sueño.
Como ella, muchos jóvenes tienen ansiedad climática o eco ansiedad. Así lo confirma la investigación más relevante que se ha llevado a cabo en este ámbito, en la que se han entrevistado a 10 mil niños, niñas y jóvenes de 10 países del mundo (Australia, Brasil, Finlandia, Francia, India, Nigeria, Filipinas, Portugal, Reino Unido y EE. UU.)
El estudio concluye que la ansiedad relacionada con la crisis climática es muy elevada:
- El 45% de los jóvenes encuestados a nivel mundial asegura que la ansiedad climática está afectando su vida cotidiana: la manera en la que se divierten, comen, estudian o duermen.
- El 75% cree que “el futuro es aterrador” pero en Portugal, este porcentaje se eleva al 81% y en Filipinas, al 92%.
- El 58% de los adolescentes piensa que los gobiernos están “traicionándoles a ellos y/o a las futuras generaciones”.
- El 64% dice que “los gobiernos no están haciendo lo suficiente para evitar una catástrofe climática.”
- De hecho, les preocupa tanto el futuro que casi 4 de cada 10 jóvenes tiene dudas acerca de tener hijos.
La ecoansiedad no es una enfermedad
Este estudio también refleja que hacen falta más investigaciones sobre este fenómeno así como hablar más públicamente, sobre todo porque hay algunas creencias que no son ciertas como pensar que estamos ante una enfermedad cuando no es así.
La doctora Susan Clayton, profesora de psicología del College of Wooster de Ohio y coautora de un informe sobre este tema elaborado en 2021 por la American Psychological Association (APA), confiesa que “incluso hace 10 años, la idea de que el cambio climático tiene repercusiones en la salud mental era algo en lo que la mayoría de la gente no pensaba -incluida yo-“.
Pero los estudios demuestran que los efectos del cambio climático en la salud mental han aumentado en la última década, produciendo secuelas psicológicas en algunas personas, que no siempre son las mismas, como por ejemplo:
- Trastorno de estrés postraumático
- Depresión
- Ansiedad
- Preocupación
- Alteraciones de sueño
Aun así, para la doctora Clayton y para la APA, “la ansiedad climática no es una enfermedad mental, porque es racional estar preocupado”.
Es más, los psicólogos recuerdan que puede incluso ser beneficiosa, siempre que no esté fuera de nuestro control. Es lo que se conoce como ansiedad práctica, ya que tiene el efecto de que la persona se prepare mejor para superar los desafíos del futuro aumentando así su resiliencia.
La ecoansiedad es un concepto nuevo pero en 2015, en la revista Lancet ya apareció otro término, acuñado por el filósofo Glenn Albrecht, que relacionaba el impacto del cambio climático sobre el bienestar humano. Se trata de la solastalgia o trastorno por déficit de naturaleza, un conjunto de síntomas que tiene una población nativa después de vivir cambios destructivos en su territorio, ya sea por causas climáticas o de la actividad humana.
La diferencia, por lo tanto, es que la solastalgia afecta a las personas que ya han padecido un desastre natural mientras que en la ecoansiedad no.
Jóvenes con ansiedad climática: ¿y ahora qué?
Hay dos preguntas que son inevitables. Por un lado, ¿qué pueden hacer los más jóvenes para superar la ecoansiedad? Y por otro, ¿cómo podemos ayudarles en este camino los demás?
Para dar respuesta, se ha creado la Climate Psychology Alliance, un grupo de terapeutas cuya misión es divulgar contenido sobre el tema y apoyar de forma gratuita a las personas afectadas. Estos son algunos de los consejos e ideas que proponen:
¿Qué pueden hacer las personas con ansiedad?
- No aislarse. El simple hecho de unirse a un grupo de voluntarios por el medioambiente ayuda a compartir sentimientos y pensamientos para entender que la ansiedad climática es normal.
- No sentirse culpables. Si el planeta se enfrenta a tantos desafíos no es por culpa de una sola persona. Hay que recordar que la responsabilidad es colectiva y las soluciones, también.
- Pasar tiempo en la naturaleza, porque es un buen antídoto contra la ansiedad y porque es una fuente de belleza e inspiración para proteger el planeta.
- Seguir cuidándose, física y emocionalmente. Parece una obviedad pero mantener unos hábitos saludables es importante para sentirse bien y no dejar que la ansiedad coja las riendas de nuestras vidas.
- Si es necesario, buscar ayuda. Si el tema empieza a agobiar, lo mejor es hablar con un psicólogo y no tener vergüenza de contar lo que están viviendo.
Otro de los consejos es inspirarse en jóvenes activistas contra el cambio climático. Instagram se ha convertido en la plataforma favorita para hacer acción climática. Son los llamados ecoinfluencers y si algo está claro es que hay tantos estilos de activismo como personas. Aquí te dejamos tres casos:
Greta Thunberg (@gretathunberg): en agosto de 2018, empezó a faltar cada viernes al colegio, cambiando el aula por la sede del Parlamento sueco en Estocolmo, donde se sentaba con una pancarta escrita a mano y mensajes en protesta contra el cambio climático. Desde entonces, se ha convertido en una de las líderes del activismo más importantes contra el cambio climático.
Jon Kareaga (@ jonkareaga): este joven vasco se define como activista ambiental y en su perfil de Instagram denuncia las amenazas del planeta, como los residuos que hay en los océanos o la actividad de la industria cárnica. También es uno de los fundadores de Bask Brand, una marca de ropa que quiere frenar otro de los desafíos actuales: el fast fashion.
Mariana Mantija (@marianamatija): la creatividad es su lenguaje favorito para concienciar a sus seguidores sobre todo lo que tiene que ver con la naturaleza. En su perfil encontrarás fotografías e ilustraciones minimalistas y frescas de una chica que se define como “Un animal que se dedica a nutrir redes de aprendizaje enfocadas en experimentar y compartir herramientas para cuidar la Tierra.”
Y el resto de la sociedad, ¿qué puede hacer?
- Tomar conciencia sobre el tema. Si queremos ayudar a los más jóvenes con ecoansiedad, primero tenemos que informarnos. Lo bueno es que cada vez hay más fuentes para entender de qué se trata.
- Hablar sobre el cambio climático, pero no sólo centrándonos en los efectos o en los culpables, sino en los sentimientos que surgen. Por lo tanto, debemos escuchar más a los jóvenes y no silenciar su voz.
- Estar unidos. Esto no es cuestión de edad. ¿Acaso no queremos todos proteger el planeta?
El futuro, divino tesoro
En Estados Unidos, los jóvenes más preocupados son también los que más están haciendo por vivir de una forma responsable y consciente con el planeta, según el centro de estudios PEW Research Center.
La ansiedad climática no es ni una enfermedad ni un motivo para perder la ilusión pero si tú, que estás leyendo esto, en algún momento caes en el pesimismo, recuerda esta palabra: topofilia, un neologismo que se compone de topos (lugar) y filia (amor)”. Es decir, amor al paisaje, a la naturaleza que nos rodea.
Seguro que tienes un lugar que te despierta este sentimiento y te inspira a seguir poniendo de tu parte, aunque sea con pequeños gestos, para demostrar que el planeta tiene futuro. Un futuro más humano, más consciente y más responsable.