En la prehistoria y la antigüedad, igual que en la hoy en día, el transporte desempeñó un papel esencial en la sociedad y su progreso. Pero la rueda tardó en llegar. Se habían inventado cosas como las agujas de coser, peines, incluso flautas… y el transporte seguía siendo a pie, con animales o empleando trineos. Guiándonos por las evidencias arqueológicas, es a partir del 3.400 a.C cuando hay una explosión en el uso de la rueda en carrozas y carretas, permitiendo que el hombre pueda desplazarse en menos tiempo y hasta lugares más lejanos.
Con la rueda, pues, se pisó el acelerador del progreso: una verdadera revolución del transporte y la movilidad. Pero ¿podría alguien imaginar que, pasados los siglos, esta movilidad acarrearía consecuencias nefastas para la salud global de nuestro planeta?
Más de una cuarta parte de las emisiones totales de los gases de efecto invernadero de la UE están causadas por el sector del transporte.
Transporte y cambio climático
En la Unión Europea el sector del transporte consume una tercera parte de toda la energía final. Una energía mayoritariamente generada por combustibles derivados del petróleo, causantes de emisiones de gases que provocan el efecto invernadero (en especial el co2).
Según la Agencia Europea de Medio Ambiente, más de una cuarta parte de las emisiones totales de los gases de efecto invernadero de la UE están causadas por el sector del transporte. De estas, el 70% proviene de los vehículos terrestres, como coches, camiones o autobuses, mientras que el 30% restante procede del transporte marítimo y aéreo.
Sobran motivos, pues, para celebrar acontecimientos como la Semana Europea de la Movilidad (del 16 al 22 de septiembre), El Día Mundial Sin Coche (22 de septiembre) o el Día Internacional del Aire Limpio (7 de septiembre).
Contaminación atmosférica y salud
Si para la salud del planeta la contaminación atmosférica es más que nociva, según Naciones Unidas dicha contaminación es el mayor riesgo ambiental para la salud humana. De ella se derivan multiplicidad de enfermedades evitables, como accidentes cerebrovasculares, cáncer de pulmón y neumopatías crónicas y agudas, entre ellas el asma. Si a esto le sumamos las 7 millones de muertes anuales a nivel mundial que la OMS estima que se producen debido a dicha contaminación, resulta obvio que la reducción de la contaminación ambiental juegue un papel crucial para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de 2030.
La otra cara de la pandemia
Durante los primeros meses de la pandemia, de marzo a octubre de 2020, los niveles de dióxido de nitrógeno (NO2, especialmente presente en las ciudades) fueron un 38% inferiores a la media de los últimos 10 años. Este dato, extraído del informe sobre la calidad del aire que Ecologistas en Acción realizó a partir de las mediciones oficiales de 26 ciudades de España.
Dicho estudio también destaca que, tras el momento inicial de paralización de la sociedad, a partir de octubre volvió a retomarse la tónica ascendente. Con ello se advirtió que, de no cambiar los hábitos de movilidad -es decir, reducir de forma drástica el uso del coche particular-, pronto volveremos a alcanzar los niveles de contaminación anteriores a la pandemia. Algo insostenible.
Ciudades superando el límite
Además del NO2, existen las llamadas PM2,5 que son las partículas en suspensión de menos de 2,5 micras que provienen, en buena medida, de las emisiones de los vehículos urbanos de diésel. Desde el ISGlobal se ha realizado un estudio para determinar qué nivel de contaminación atmosférica tienen las ciudades europeas y qué índice de mortalidad se deriva de ella.
El ránking de ISGlobal, en lo que refiere a NO2, lo encabeza Madrid y tiene Barcelona en sexto lugar y Mollet del Vallès en el séptimo. En cambio, las ciudades con mejor aire de Europa (es decir, con menos niveles de PM2,5 y NO2) las encontramos en Noruega, Suecia, Islandia o Finlandia. ¿Qué tienen estos países para gozar de un aire más puro que el nuestro? Probablemente la concienciación ciudadana las medidas que los órganos de gobierno han adoptado ante una situación tan crítica.
Urgen soluciones
La situación de descenso de la contaminación del aire durante la crisis sanitaria fue algo excepcional, como lo fue el momento que vivimos a todos los niveles. La paralización de una sociedad no es sostenible ni para la economía ni para el bienestar emocional de las personas, pero sí deberíamos haber aprendido algo. Sí deberíamos empezar a cambiar unos hábitos hacia una movilidad sostenible.
Desde ISGlobal, así como desde muchas otras organizaciones, se aportan ideas para que esta movilidad sostenible sea una realidad. Pero está claro que, para ello, necesitamos tanto implicación ciudadana como de los gobiernos.
¿En qué coinciden todos los expertos en lo que refiere a movilidad sostenible?
- Caminar en los desplazamientos cortos: cero emisiones y ejercicio que seguro beneficia nuestra salud.
- Bicicleta: tiene todas las ventajas de ir a pie con el añadido de la velocidad. Eso sí, siempre y cuando en las ciudades se promocione el uso de la bici y se vele por el bienestar del ciclista.
- Transporte público por encima del vehículo privado: ¿cómo reducir las emisiones, el ruido y el espacio que comportan unos 40 coches? Con un autobús que transporte una media de 50 personas. No hacen falta más razones, ¿verdad? Pero como en el punto anterior, también es un derecho del ciudadano disponer de un transporte público asequible y de calidad.
- Coches más pequeños y menos potentes, porque contaminan menos.
- Reducción de la velocidad en ciertos tramos.
- Coches eléctricos sí, pero ¿de dónde sale la electricidad que se genera para alimentarlos? Para que un coche eléctrico sea lo más sostenible posible es necesario que la fuente de energía que lo alimente también lo sea.
- Y si tienes que utilizar el coche… ¿por qué no compartirlo? Dispones incluso aplicaciones que te ayudan a hacerlo.
A nivel de los gobiernos (desde los municipales al estatal), también son necesarias políticas que favorezcan este cambio de chip en movilidad. ¿Cómo?
- Con ciudades que pongan en el centro las personas y no los coches. Así, debe haber una planificación urbana que priorice las calles peatonales, carriles bici…
- Realizando limitaciones en el tráfico: afluencia, velocidad…
- Favoreciendo el transporte público a todos los niveles.
- Beneficiando económicamente aquellos usuarios que opten por la movilidad más sostenible.
Contaminación acústica
Además de la contaminación del aire, el tráfico es también uno de los principales causantes de contaminación acústica de las ciudades y carreteras. Y aunque parezca un asunto menor, el ruido también tiene repercusiones tanto en la salud humana como en el medio ambiente.
Dolores de cabeza, hipertensión, daños en la audición, trastornos en el sueño y la concentración y aprendizaje de los más pequeños… En Europa, según informaciones de la Agencia Europea del Medio Ambiente, la contaminación acústica causa más de 16 mil muertes y 72 mil hospitalizaciones al año. La principal fuente de la que proviene este ruido es del tráfico rodado.
Como el agua, el aire es un bien necesario no solo para una buena calidad de vida sino para la vida misma.
Un futuro para respirar tranquilos
Si en algo estamos de acuerdo es que la rueda ha sido uno de los grandes inventos de la historia de la humanidad. Y más aún cuando a la rueda se le incorporó un motor. En lo que también deberíamos estar todos de acuerdo es en que ha llegado el momento de dar un golpe de volante, un giro de 180 grados para evitar un verdadero cataclismo. Dejar de pensar en nuestra comodidad y adaptarnos para el bien común, en pro del planeta, es algo tan necesario como urgente.
Para el futuro, debemos aspirar a un aire limpio. Porque, como el agua, el aire es un bien necesario no solo para una buena calidad de vida sino para la vida misma.