Cuando hablamos de salud deberíamos pensar en algo más que la ausencia de enfermedad. Salud es sinónimo de bienestar, físico y emocional, pero también es bienestar personal y global. La salud traspasa los límites del individuo para abrazar un concepto planetario. Nunca podremos estar sanos en un entorno que no lo es. Pero mantener un entorno en equilibrio depende solo del impacto que los humanos ejerzamos en él. Un círculo vicioso que parece habérsenos ha escapado de las manos, generando grandes conflictos medioambientales -que ya nadie puede discutir- que poenen claramente en peligro la salud de las personas y del planeta.
Desde el cultivo -o la cría- al consumo, el proceso que siguen los alimentos que constituyen nuestra dieta es causante de emisiones de gases de efecto invernadero. Aprovechamos este mes de junio, con motivo de la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente, para reflexionar sobre las evidencias del efecto que nuestra dieta ejerce sobre nuestra salud y nuestro entorno.
La carne y los lácteos son los elementos de nuestra dieta que mayores daños causan al clima y medioambiente en general.
Demasiada proteína animal
Según el estudio “Alimentos, planeta, salud” publicado en la prestigiosa revista científica The Lancet, la producción de alimentos genera entre el 25 y el 30% de la emisión de gases de efecto invernadero. Y de éstos, los productos de origen animal comportan alrededor del 60% de estas emisiones. Que la producción y el consumo actual de alimentos no es sostenible es un hecho, pero puede convertirse en catástrofe cuando en 2050 lleguemos a la cifra de 10 mil millones de personas que se estima que poblaran la Tierra.
Por otro lado, la sobreexplotación pesquera también repercute -y mucho- en la conservación de los ecosistemas marinos. Según Greenpeace “afecta a más del 90% de las poblaciones de peces estudiadas del Mar Mediterráneo y al 40% de las estudiadas en aguas europeas del Atlántico”. Además de arrasar con bancos de peces con sus ecosondas, a menudo, los grandes barcos pesqueros con toda la maquinaria que necesitan a bordo, representan un grandísimo impacto para el fondo marino.
Agricultura sostenible
La agricultura también es una pieza clave para un desarrollo sostenible. Necesitamos cultivar la tierra de forma respetuosa para frenar el efecto invernadero y poder alimentar una población mundial en aumento. Los conreos son fuente de contaminación del suelo, agua y aire -por el uso de fertilizantes, insecticidas y químicos varios-, así como generadores de emisiones de gases. La agricultura también es la responsable de buena parte de la deforestación que sufre el planeta y de generar un tanto por ciento elevado de emisiones. Por ello, el objetivo es llevar a cabo una agricultura sostenible para, como cita la FAO -Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura- “garantizar la seguridad alimentaria mundial y al mismo tiempo promover ecosistemas saludables y apoyar la gestión sostenible de la tierra, el agua y los recursos naturales”.
Dieta planetaria
Si, visto el aumento de la población previsto para los próximos años, necesitamos producir un 50% más de comida a nivel mundial, ¿cómo podemos garantizar una dieta saludable y sostenible? Según se publicó en The Lancet, una posible respuesta reside dieta de salud planetaria, planteada por un equipo internacional de científicos. En el plato ideal de esta dieta figura un 50% de vegetales, mientras que el otro cincuenta consta de granos enteros, fuentes de proteínas vegetales -como las legumbres-, aceites vegetales insaturados, y una pequeña cantidad -opcional- de proteína de origen animal. Con una dieta de salud planetaria que asegura una buena alimentación y una producción sostenible se podrían llegar a evitar alrededor de 11 millones de muertes prematuras al año. No olvidemos que actualmente, además de la desnutrición existe la malnutrición, frecuentemente asociada a un exceso de alimentos de mala calidad, que comporta todo tipo de enfermedades: cardíacas, diabetes, incluso algún tipo de cáncer.
La necesidad de una transformación
La EAT es la plataforma científica global para la transformación del sistema alimentario copresidida por el Profesor Walter Willett y el Profesor Johan Rockström. Esta Comisión reunió a 19 Comisarios y 18 coautores de 16 países en diversos campos como la salud humana, la agricultura, la ciencia política y sostenibilidad ambiental. Con el estudio publicado en The Lancet -y citado anteriormente- afirman proporcionar los datos suficientes -y de gran trascendencia- para justificar una acción urgente e inmediata. La Comisión se basa en los dos factores decisivos para el cambio: la producción sostenible y el consumo de una dieta saludable. Por otro lado, las acciones investigadas y que propone dicha comisión son el cambio a una dieta saludable, mejores prácticas en la producción de alimentos y la reducción de pérdida y desperdicio de alimentos – objetivo también en este 2021, Año Internacional de las Frutas y las Verduras, impulsado por la FAO-.
Sin embargo, la falta de acuerdos internacionales provoca que no se avance ni se creen consensos sobre la transformación de la industria alimentaria a nivel global.
Estrategias para el cambio
La Comisión EAT-The Lancet propone una serie de estrategias para hacer frente a los retos planteados:
- Compromiso nacional e internacional para hacer el cambio hacia dietas saludables.
Los alimentos saludables deben estar disponibles y ser accesibles y asequibles para todos. Se deben priorizar por delante de alternativas poco saludables.
- Reorientar las prioridades agrícolas: priorizar la calidad de los alimentos por encima de la cantidad de producción.
Para la salud de las personas y de la biodiversidad que muchas veces se ve anulada por los grandes cultivos.
- Intensificar de forma sostenible la producción de alimentos para aumentar la producción de alta calidad.
- Gestión firme y coordinada de la tierra y los océanos.
- Reducir, al menos a la mitad, la pérdida y desperdicio de los alimentos, en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
“Si no actuamos, el mundo corre el riesgo de no cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU y el Acuerdo de París”, afirma Rockström.
¿Qué podemos hacer nosotros?
Como consumidores y principales beneficiarios de un entorno sano, lo que deberíamos hacer es consumir de forma consciente y consecuente. Saber qué compramos y de dónde proviene para valorar el impacto que nuestra dieta tiene en nuestra salud y la del planeta. Hay ciertos aspectos que pueden mejorar nuestro papel ante el panorama que se presenta: consumir más vegetales, de temporada y de proximidad, evitar envases -y con ello, residuos- así como velar para el aprovechamiento máximo de alimentos.
Por otro lado, como ciudadanos, debemos exigir responsabilidad, medidas y políticas que respondan a las necesidades de las personas y del planeta.
Más que dietas
Realfooding, dieta vegetariana, dieta vegana, flexitariana, mediterránea… Si antes asociábamos el concepto de dieta con el hecho de perder peso, las pautas alimentarias van, hoy en día, mucho más allá de la alimentación individual. Se han convertido en un modo de vida, en una filosofía. Hay quien habla de modas, en todo caso, si estas modas son para transformar el mundo en un lugar mejor… bienvenidas sean.