Son las cuatro de la tarde en Barcelona. En Nueva York, seis horas menos. Alicia Pérez-Porro se conecta puntual y busca un fondo de pantalla improvisado para la videollamada que puedes ver, por cierto, en nuestro canal de youtube. Finalmente, escoge una fotografía de Sa Tuna, en la Costa Brava, no podía ser otra. El lugar que conoció a los quince días de nacer, el pueblo de sus abuelos, el destino de sus veranos. Allí se enamoró del mar. Alicia estudió biología en la Universitat Autónoma de Barcelona (UAB) y cursó un máster y doctorado en biodiversidad en la Universitat de Barcelona (UB). En el 2018, fue seleccionada para participar de la expedición antártica más grande hasta ese momento formada por mujeres, de la mano del proyecto Homeward Bound. También pertenece al equipo de dirección de 500 Women Scientists y ha conseguido varios reconocimientos, como la Medalla de Oro de la Cruz Roja y la Media Luna Roja española. Fue Women inPower Fellow 2018 y Aspen Ideas Festival Scholar 2019. Ser científica y mujer le ha supuesto muchas barreras. A Alicia le gustaría que ni ella ni sus compañeras tuvieran que seguir imaginándose cómo sería el mundo sin el llamado techo de cristal. Y en eso centra sus esfuerzos actualmente, además de luchar contra el cambio climático. Porque sí, Alicia es científica de formación aunque reconoce que no empezó a llamarse así hasta hace más bien poco. Y no sólo eso. También es alguien que consigue que te hagas la pregunta más valiosa en estos momentos: ¿qué puedo hacer yo para proteger nuestro planeta?
Alicia, ¿cómo son tus primeros recuerdos en el mar?
Siempre en la playa de Sa Tuna, en Girona, donde mis abuelos tienen una casa desde hace 45 años. Yo nací en julio y a los 15 días, mi madre se fue a pasar el verano allí y nos llevó a mi hermana y a mí con ella. Así que desde que tengo uso de razón, recuerdo bañarme en el Mediterráneo por las mañanas e ir en bici cada tarde por el pueblo. Creo que esos veranos despertaron mi vocación. Incluso cuando escogí carrera y marqué mis preferencias, tenía muy clara mi opción y de hecho, primero puse Biología en la Universitat de Barcelona, luego Biología en la UAB y por último, Biología en Girona. ¡Lo único que cambié fue la ubicación! Y todo por mis veranos en Sa Tuna con mis abuelos, padres, hermana, tíos… La verdad es que ese pedacito de paraíso nunca me ha soltado.
¿Y la llamada de la ciencia? ¿Eres científica por vocación o has descubierto que es tu pasión con el paso del tiempo?
Yo nunca me planteé ser científica como tal. De hecho, me he empezado a llamar así hace relativamente poco yo solo quería estar cerca del mar. Recuerdo que cuando vi la película Gorilas en la niebla, que habla de la vida de Dian Fossey, una antropóloga muy reconocida que estudiaba gorilas, sí que pensé “me encantaría hacer lo mismo que esta mujer”. Y durante un tiempo, me planteé dedicarme a los primates pero es el único referente que recuerdo. En mi familia no hay científicos ni mucho menos, biólogos marinos. Así que ha sido algo fluido y natural.
El mar y el océano tienen un papel clave en el cambio climático.
El 8 de junio, es el Día Mundial de los Océanos. A menudo no pensamos en ellos pero son auténticos pulmones de nuestro planeta, además de cumplir muchas otras funciones en la biosfera. El propósito de esta jornada es concienciar sobre las consecuencias que la actividad humana tiene para los océanos y poner en marcha un movimiento mundial ciudadano a favor de los océanos.
En este link de World Oceans Day, puedes acceder a todos los eventos previstos para la celebración de este día tan importante para el planeta y para nosotros.
¿Por qué es importante la investigación oceánica para la protección de la fauna marina?
Principalmente, para saber qué debemos proteger porque sino es muy difícil concienciar a la población. Es básico que haya investigación en temas marinos y oceánicos porque hay mucho que no conocemos todavía. Además, el mar y el océano tienen un papel clave en el cambio climático y necesitamos estudiar más detalles.
Y ahora mismo, ¿en qué estado de salud están nuestros océanos?
Depende. Los océanos son muy resilientes, la verdad, tienen una capacidad de regeneración muy alta. Hay sitios que están muy afectados por la sobrepesca o la pesca de arrastre, que deja el fondo totalmente dañado. Pero luego hay otros lugares que están bien conservados. En el Mediterráneo tenemos un ejemplo buenísimo que son las Islas Medas, una área marina protegida desde hace muchos años y que funciona estupendamente, a nivel de proteger lo que hay debajo del mar pero también la población. Se ha visto, primero, que dan millones en temas de turismo porque hay muchísima gente que viaja exclusivamente para bucear y segundo, que aumenta la pesca en las inmediaciones. Por eso necesitamos más áreas marinas protegidas y especialmente, las aguas internacionales que se consideran “un desierto en alta mar”.
¿Qué sentiste la primera vez que llegaste a la Antártida?
Yo siempre digo que desde ese instante, me atrapó y ya no la puedo soltar. Primero, el silencio. Yo nunca había experimentado el silencio así. Es un paisaje de contrastes: blanco, negro, azul marino. No hay amarillos, verdes. Es muy dramático e impacta mucho. En la expedición en la que yo participé, visitamos diferentes estaciones científicas y pudimos hablar con los científicos pero también con el personal que trabaja: cocineros, carpinteros, electricistas… Gente que lleva 15 o 20 años en la Antártida. Es curioso porque lo que te cuentan es igual de dramático y de interesante que el paisaje. Imagínate el conocimiento que llega a manejar una persona que lleva tanto tiempo en el mismo sitio. Te dicen, por ejemplo, “¿ves aquel glaciar? Cuando yo empecé llegaba hasta allí y ahora, solo hasta aquí”. Por eso, enseguida tomas conciencia de que es un lugar que necesita protección con urgencia. Además, en la Antártida no hay aborígenes, así que cuando tú pisas esa tierra, automáticamente te conviertes en su voz. Tienes que defenderla y representarla porque sino, ¿quién lo va a hacer?
El precio que pagas cuando vas a la Antártida es el de convertirte en su embajador y defenderla.
A menudo solemos oír hablar del Cambio Climático pero muchas personas siguen sin tener claro qué es. ¿Nos lo podrías explicar de manera sencilla? ¿Por qué hay gente que todavía no ha tomado conciencia?
El primer argumento que te da un negacionista es que el cambio climático siempre ha existido y que han habido épocas a lo largo de la historia en las que ya se ha producido. Bien, en eso tiene razón. El cambio climático pasa y no es la primera vez. ¿Cuál es la diferencia ahora? La velocidad. Al estar impulsado por las actividades antropológicas, todo va más rápido. No estamos dando tiempo a las otras especies, incluso a la nuestra, a adaptarse. Por otra parte, como su nombre indica, es una anomalía climática. Se desajusta el equilibrio y hay más sequías en unos sitios, más lluvias en otros, huracanes de mayor intensidad… El clima se altera y nos afecta a todos. Pongamos que lo comparamos con la pandemia. En este caso, podemos decir que ha habido un cataclismo, que ha pasado en muy poco tiempo, con una gran intensidad y todo el mundo lo ha visto directamente. Esto hace que la gente tome conciencia automáticamente. Sin embargo, el cambio climático ha sido poco visible hasta ahora. Así que a toda esa gente que dice no haber notado ningún efecto, le diría que se fijen en su alrededor. En Barcelona cada vez hace más calor y llueve menos. Las estaciones de primavera y otoño son prácticamente inexistentes y así, podríamos seguir. ¿El motivo? El cambio climático.
¿Nos puedes hablar de iniciativas estén impactando positivamente en esta lucha?
Sin ir más lejos, España acaba de aprobar la Ley del Cambio Climático y nos hemos convertido en un ejemplo para otros países. Costa Rica está muy concienciada con este tema y su presidente apoya distintas iniciativas para paliar los efectos. Incluso países como EEUU que ahora mismo no tienen una administración favorable para la causa, tienen muchas medidas a nivel local. En Nueva York, ciudad en la que vivo, hay ayudas para construir edificios más energéticamente eficientes.
En el cambio climático, debemos pensar a nivel local y apoyar a las empresas que se comprometen.
Durante este confinamiento, una de las reflexiones que se han hecho en alto es que necesitamos volver a la naturaleza pero, ¿cómo debe ser esa vuelta para no volver a equivocarnos?
Lo más importante es tomar conciencia del lugar que ocupamos en el mundo. No estamos solos y lo tenemos que compartir. Mucha gente se ha dado cuenta de que puede ir en bicicleta a los sitios y eso es bueno para ellos y para el planeta. Por otra parte, hay empresas que han comprobado que la productividad de sus empleados aumenta si trabajan desde casa. ¿Por qué no considerar que esto se mantenga para evitar desplazamientos y contaminación? También hemos visto que el transporte público necesita una inyección de capital. Debemos invertir en ciudades donde todo sea accesible y con facilidades. Hay muchas lecturas que se pueden sacar de esta crisis sanitaria y que se pueden trasladar al futuro que queremos. Tenemos que impulsar y luchar por estos aprendizajes.
Alicia, tú que eres madre, ¿crees que los niños tienen que ser conscientes de lo que está pasando con el planeta?
Por supuesto, los niños entienden más de lo que nosotros nos pensamos. Mi hija tiene casi 4 años. En casa, leemos cuentos del cambio climático y a veces también le explico mi trabajo, así que está muy concienciada. A veces me dice “mami, voy a apagar la luz de la habitación porque es bueno para el planeta”. Yo creo que es importante que se le hable a los niños sin tapujos y sin mentiras y en la medida de lo que ellos puedan entender. Además, cuando yo era niña, nos decían que éramos la generación del futuro y creo que fue un mensaje erróneo. Ahora mismo, yo no siento que mi hija sea la generación del futuro. Siento que soy la responsable del futuro de mi hija y no le puedo dejar en herencia un planeta que se está muriendo.
Nosotros hemos estropeado el planeta, nosotros lo arreglamos y luego nuestros hijos lo siguen conservando.
Es evidente que debemos escuchar a los científicos pero, ¿cómo podemos acercarnos a la ciencia?
Es cierto que tradicionalmente, los científicos hemos estado en la Torre de Marfil. Creo que este modelo de científico está cambiando aunque es un work in progress. Es más, de repente, la pandemia ha acercado la ciencia a la sociedad como no se había conseguido antes. Ahora mismo, abres un periódico o miras las noticias y aparece ciencia. La gente maneja términos como el “flattening the curve”, inmunidad poblacional… Me alucina la cantidad de conceptos científicos que dominan. Hay que capitalizar este momento y hablar más de ciencia en general.
Porque, ¿la ciencia es un verdadero motor de transformación social?
Absolutamente. Social y económica. Hay que invertir en ciencia. Por ejemplo, la actividad de España, que es un país de servicios, se ha paralizado debido a la pandemia. Por eso necesitamos otras alternativas y sabemos que la ciencia y la innovación repercuten en todo el sistema económico. Es básico.
La ciencia es un auténtico motor de transformación social y económica.
¿Has llegado a sentir algún tipo de prejuicio o trato diferente por el hecho de ser mujer en tu carrera profesional?
Sí, la gente se sorprendería pero ser mujer en el mundo científico implica enfrentarse a muchísimas barreras. Muchísimas. En mi caso, te podría contar varios ejemplos, desde el profesor que me dijo que “estaba muy buena para ser una alumna” o cuando estaba en una reunión con más hombres y me pidieron que cogiera las notas como si fuera la secretaria. Incluso me invitaron a abandonar un proyecto cuando me quedé embarazada porque no iba a poder cumplir las fechas de entrega. Es un problema enorme que repercute en todos.
Porque, ¿cómo sería el mundo de la investigación con una igualdad real?
Cuando hay diversidad, está demostrado que los equipos son más creativos a la hora de encontrar grandes soluciones a grandes problemas. Ahora no hay equidad en ciencia. De hecho, en la carrera científica, empiezan más mujeres pero van reduciéndose. En inglés lo llamamos the leaky pipeline, que significa literalmente la tubería que gotea. Las mujeres entran en la carrera pero cada vez hay menos que llegan al doctorado y mucho menos al postdoctorado. Empiezan pero se van cayendo.
Solo el 20% de los puestos de liderazgo relacionados con temas académicos en Europa están ocupados por mujeres.
¿Detectas “miedos” todavía en tus compañeras científicas?
Sí, y mucho Síndrome del Impostor, que afecta más a mujeres, aunque también a hombres. Sientes que no mereces lo que has conseguido. Y luego también está el techo de cristal.
Que ocurre en la ciencia pero también en muchas otras esferas.
Exacto. Yo defiendo la posibilidad de que una mujer pueda ser mediocre y tener éxito. Por ser mujer, te evalúan de manera más intensa que un hombre. Tienes que demostrar el doble para llegar a su lugar. Pero es que no todas las mujeres están dispuestas a luchar o sencillamente no quieren. A lo mejor, si tienes una familia, no tienes tiempo ni ganas para pelear cada vez que te ponen el techo de cristal.
Después de todo lo que ha pasado, si la agenda 2030 era crítica, ahora es crucial. Sin embargo, parece que ha desaparecido del lenguaje público porque ahora hay otras prioridades. ¿Tienes tu esta sensación?
A lo mejor, el ciudadano ha podido pensar esto pero hay mucha gente que se dedica exclusivamente a la Agenda 2030. Y además, ahora, muchos gobiernos están planeando una recuperación sostenible completamente alineada con esta agenda.
Si quisiéramos saber un poco más sobre el cambio climático, ¿qué fuentes nos recomiendas?
Antes de nada, aclarar que yo no trabajo para ninguno de los medios que voy a citar pero a mí personalmente me gusta mucho la sección de ciencia de El País: Materia. Hay grandes profesionales y los artículos están muy bien. La Agencia SINC también publica artículos sobre divulgación científica muy bien escritos. Para la gente que maneja el inglés, propongo The Atlantic y la sección de ciencia del periódico The Guardian. También se pueden seguir centros de investigación, como el ICM (Instituto Ciencias del Mar). En tema forestal, el CREAF, que es un centro de investigación en la UAB que se dedica a la ecología forestal. Por cierto que su responsable de comunicación aparece en Els matins de TV3 en la sección de cambio climático del programa, muy interesante.
Cuéntanos Alicia, ¿en qué proyectos te encuentras ahora mismo y cuáles son tus próximos retos?
Tengo algunos proyectos en marcha pero uno que me hace especial ilusión es un libro para niños que estoy escribiendo con otras seis científicas sobre los virus, no sobre el coronavirus. La verdad es que estoy bastante centrada en esto y en otros proyectos de ECUSA, pues hemos transicionado toda la asociación para que funcione de manera virtual. Además, tengo dos niños atrapados en casa y cualquier persona en mi situación, se puede imaginar lo que supone.
Es básico que la gente vote con conciencia a líderes que tienen un buen plan. Esta crisis sanitaria tiene mucho de crisis de liderazgo y esto nos tendría que hacer recapacitar a todos.
¿Qué planeta quieres en el futuro?
Uno en el que mi hija no experimente barreras por ser mujer y en el que pueda ser igual que su hermano pequeño. Me gustaría que esto aplicase a todos los futuros niños y niñas: que se consiga igualdad. Por supuesto, que la gente tomase conciencia del cambio climático porque nos afecta a todos pero mucho más a las poblaciones vulnerables y en particular, a los más pobres, mujeres y niñas. Me gustaría que la gente entendiese que los pequeños gestos son importantes pero que tienen un superpoder: votar. Es básico que la gente vote con conciencia a líderes que tienen un buen plan. Esta crisis sanitaria tiene mucho de crisis de liderazgo y esto nos tendría que hacer recapacitar a todos. ¿Qué tipo de líder queremos? ¿Queremos a alguien como Jacinda Ardern o como Trump? Ahí está nuestro superpoder. Ojalá en algún momento, el planeta del futuro tenga a más mujeres en puestos de liderazgo.
¿Eres optimista? ¿Estamos a tiempo para salvar el planeta?
Para muchas cosas sí pero el tiempo se acaba y esto es algo que nos toca a nosotros: a nuestra generación.