Cultivamos la inteligencia a lo largo de la vida
A David Bueno le apasiona lo que hace. Cuando hablas con él, se nota en cada palabra. Sus ganas de aprender le acompañan cada día y compartir con los demás su carrera, es un paso que no está dispuesto a saltarse. Biólogo y genetista, David Bueno ejerce de profesor en la UB en el departamento de genética y también ha sido investigador en la Universidad de Oxford. Además, ha realizado estancias en la Universidad de Innsbruck (Austria) y en el European Molecular Biology Laboratory de Heidelberg (Alemania). Desde octubre de 2019 dirige además la Cátedra de Neuroeducación UB-EDU1ST, la primera de esta temática. En el año 2010, ganó el Premio Europeo de Divulgación Científica «Estudio General» y en 2018, el Premio Magisterio por su contribución a la neuroeducación. Con él, hemos hablado sobre nuestro cerebro, o mejor dicho, sobre el aprendizaje. Una entrevista en la que también ha habido tiempo para imaginarnos la escuela del futuro.
El aprendizaje
¿Qué es la inteligencia?
Hay muchas definiciones y nadie se pone de acuerdo para decidir cuál es la mejor. Tradicionalmente, se ha definido como una serie de capacidades cognitivas para resolver cuestiones muy determinadas: lógica, lingüística, matemáticas… Realmente, esto es solo una pequeña parte. Para mí, es la capacidad que tenemos de aprender, anticiparnos a las situaciones y tomar las decisiones más adecuadas basadas en nuestros conocimientos y anticipaciones. Esto implica ser capaces de planificar, reflexionar, decidir y gestionarnos a nosotros mismos. Por lo tanto, esta definición incluye aspectos socializadores, intrapersonales e interpersonales y hasta emocionales.
¿Y es siempre la misma?
No, la inteligencia cambia a lo largo de la vida y se puede desarrollar en cualquier etapa.
¿Aprendemos de forma distinta según la edad?
Sí, por supuesto. Para aprender necesitamos que hayan madurado ciertas capacidades mentales y eso solo ocurre en función de la edad. Avanzarte a la edad madurativa del cerebro no sirve de nada.
¿Qué contexto necesitamos para aprender bien?
Hay básicamente tres. Primero, el contexto emocional. Todo lo que nos emociona, hace que aprendamos con más eficiencia. Claro que podemos aprender sin emocionarnos (hincando codos, memorizando…) pero las emociones proactivas aumentan la eficiencia. Por otra parte, el miedo es una emoción, sí, pero lo que aprendemos con miedo no lo queremos recuperar. Otro aspecto es el social. Nuestro cerebro quiere estar rodeado de otras personas. Cualquier aprendizaje con componentes sociales es más eficiente. Y por último, los aspectos motivacionales. Cuando estamos motivados, el cerebro recibe más energía y más glucosa. Por eso aprendemos con más eficiencia y podemos estar más tiempo concentrados, porque tenemos combustible. El mismo cerebro recompensa la motivación con sensaciones de placer.
“Todo lo que nos emociona, hace que aprendamos con más eficiencia.”
¿Al cerebro le gusta hacer varias cosas a la vez o prefiere centrarse solo en una?
Depende. Cada persona es diferente. Siempre hablamos en términos generales pero somos diferentes genéticamente y los genes influyen. Además, el cerebro se acaba de formar en función de su entorno. Hay personas que están muy capacitadas para focalizarse en un solo problema (un solo reto, un asunto) y tener más de uno, lo dispersa. Luego hay personas que cuando están centradas en un solo tema se agobian y necesitan más frentes abiertos simultáneamente. Y a su manera, también son felices. Lo importante es que todos los perfiles son necesarios desde el punto de vista social.
¿Dónde está la línea que separa la estimulación de la sobreestimulación en los niños?
No hay una línea clara. Hay niños que con un par de actividades, se agobian y por lo tanto, ya los estamos sobreestimulando. Y otros que con muchas, se sienten felices. Para los padres, por la implicación emocional, es difícil ver lo que necesita su hijo. En las escuelas, es todavía más complicado porque los profesores están en una aula con 25 alumnos. Aunque la implicación emocional del profesor no es tan intensa, al estar pendiente de todos, no puede centrarse en cada uno. Fijarse en sus caras puede ser muy buen indicativo. Cuando empiezan a hacer caras de “agobiado” o se mueven demasiado o tienen una reacción un poco impactante, tenemos que pensar que está siendo sobreestimulado.
Los hábitos saludables y el aprendizaje
Decía Virginia Woolf que uno no puede pensar bien, amar bien, dormir bien, si no ha cenado bien. ¿Influyen las pautas de sueño y alimentación en la capacidad de aprendizaje?
Por supuesto, porque tenemos un cuerpo al que le gusta la rutina. Así se organiza la disposición y la ingesta de energía, el reciclaje del sistema inmunitario… Mantener unas pautas favorece cualquier tipo de gestión personal. No hace falta que sean rígidas y estrictas. También es bueno alterarlas un poco, pero no demasiado porque entonces alteramos su funcionamiento. Siempre que sea con pequeños cambios.
¿Y cómo detecta el cerebro los alimentos que son buenos para él? ¿Cómo es el proceso?
Realmente no es cuestión del cerebro. Esto lo hace a través de los órganos de los sentidos. Por ejemplo, el gusto amargo se acostumbra a rechazar porque se asocia al veneno pero es algo innato, porque si a un niño pequeño le das algo así, no lo quiere. En cambio, si le das algo dulce, lo acepta porque lo relacionamos con la energía. Si dependiera solo del cerebro todos llevaríamos una dieta más equilibrada pero hay otros factores que influyen.
¿Qué hace el cerebro cuando dormimos?
Básicamente, se recicla. Cualquier actividad metabólica genera sustancias de rechazo y durante el día, se van acumulando. De noche, se limpia todo para que vuelva a entrar energía, se reparan conexiones neuronales porque siempre se rompen algunas… Digamos que pone orden. Y además, consolida toda la memoria significativa del día anterior, es decir, la que merece ser recordada.
“Por la noche, como no forzamos al cerebro a hacer tareas, él aprovecha para ordenar y ponerse al día.”
¿Qué importa más? ¿La cantidad o la calidad del sueño?
La calidad pero también influye la cantidad; esto es muy personal. Algunas personas necesitan nueve horas y otras seis o incluso menos. Hay que entender lo que nuestro cuerpo pide y respetarlo.
“Más vale seis horas de muy buena calidad que nueve sin descansar bien.”
El futuro
¿Crees que la educación puede salvar el mundo de la emergencia climática que nosotros hemos generado?
Puede contribuir pero tanto como salvarlo, no lo sé, sinceramente. No hay nada que por sí mismo pueda salvar toda la emergencia climática. Ahora nos hemos focalizado en esto pero nos hace perder de vista otro tipo de emergencia como es la humanitaria, como por ejemplo, los flujos migratorios provocados por guerras o situaciones políticas…La emergencia climática es importante para nuestros descendientes pero ahora mismo, hay muchas personas a las que el clima no les importa nada porque su objetivo es sobrevivir hoy. Por eso suelo pensar que emergencias hay muchas y que todas forman parte de un conjunto. A través de la educación, se puede ayudar a tomar conciencia del papel que tenemos cada uno. Me gusta mucha la frase que dice “piensa globalmente, actúa localmente”. Ante cualquier emergencia, primero reflexiona por y para todos y luego, hazte una pregunta, ¿qué puedes hacer tú?
“A través de la educación, puedes inspirar para que cada uno reflexione sobre su papel y cómo puede aportar su granito de arena.”
¿Alguna vez te has imaginado cómo serán las escuelas del futuro?
¡Claro! A mí me gustaría que estuvieran más integradas con el entorno y con la sociedad, que no aislaran tanto a los niños de la realidad y que no quedaran tan descontextualizadas; por supuesto, con todas las garantías de seguridad y aulas dinámicas y flexibles. Esto implica que las clases puedan ser tanto en grupo como magistrales. Somos una especie social y nuestro cerebro necesita ver los rostros de nuestros compañeros. Me parece necesario que las aulas se puedan modular en cada momento para hacer actividades distintas. Tampoco hace falta que los alumnos se agrupen por el año de nacimiento. Hay otras vías, por ejemplo, en función de sus facilidades para aprender. Tenemos tendencia a educar como nos educaron a nosotros aunque sepamos que no es un sistema perfecto pero lo cierto es que no hay un sistema educativo único y milagroso. Hay que valorar las novedades que son útiles e innovadores. Nosotros, los adultos, somos los difíciles de cambiar, no los alumnos.
¿Compartirías con nosotros tu motivación profesional?
¡Pasármelo bien (se ríe)! Yo hago cosas que me hacen disfrutar y eso es clave. A veces hago otras que no me gustan tanto pero entonces pienso que gracias a ello, después podré hacer algo que me gustará mucho más. Esto es como ir a la montaña. Algunos tramos son más fáciles y otros se me hacen cuesta arriba… pero sé que la recompensa valdrá la pena. Por eso mi aspiración o deseo es continuar haciendo lo que me gusta.